LA 121 2

Publicado en por lapauly1999.over-blog.es

- ¡Ah! perdón, ¿vosotros también habéis oído lo que acaba de decir la radio? 
‘Obama renuncia a su puesto, y a luchar por su país’. ¿No os parece impresionante? ¡¡¡El mismísimo Obama ha sido capaz de hacer semejante cosa!!! Mejor nos vamos a ver a mis amigos…:
- ¡¡¡Chicos!!! ¿Habéis oído la radio?
- Sí, es impresionante la de destrozos que ha habido en Haití.
- Ya, pero… Stephen, no me refiero a eso.
- Entonces, ¿a qué te refieres?
-¡ Obama ha renunciado ante su cargo!
- ¿Y qué?- dice Julen.
- ¡Que, al nosotros haber cambiado a Hitler, hemos hecho que Obama se vuelva medio chiflado!
- ¿Entonces, quieres decir que Hitler debería habernos matado?- pregunta Jenny.
-Hem… pues… 
- Melisa, no es por nada pero… yo sólo tengo quince años… no esperaba morir ahora y mucho menos después de que casi lo hiciera el mismísimo Hitler- se apresura a decir Jenny.
- Chicos, Hitler me dio la llave de la puerta por la que fuimos al pasado; tal vez podamos ir de nuevo, y arreglarlo todo.
- Ya, y qué decimos a los nazis: ¡No! qué va, es que nosotros venimos del año 2010 y queremos que Hitler nos mate para que Obama no renuncie a su puesto.
- No, no tenemos por qué hacerlo
- Y entonces, ¿Qué hacemos? - pregunta Dani.
-Volver al pasado, hacer que nos vuelvan a meter en el campo de concentración de Bergen-Belsen, y…
- ¿Acaso te has vuelto majareta?- pregunta Jenny.
- Sí, yo no pienso volver a ese estúpido y terrorífico sitio y mucho menos dejar que me maten…
- ¿Ah no? ¿Y preferís que lo haga todo Estados Unidos y mitad del mundo tal vez con nosotros incluidos?
- Pues…- dudaron todos mis amigos a coro
- Me parece que deberíamos hacer lo que dice Melisa- dice Dani.
- Sí…- dijeron el resto a coro no demasiado convencidos por la decisión.
- Entonces, ¿atravesamos el portal?
- Sí, pero no me gusta morir en un campo de concentración, ni mucho menos asesinada por Adolf Hitler…
- Lo sé, pero chicos, sabéis que moriremos de todos modos.
- Eso aún no lo sabemos
- Entonces… ¡podemos quedarnos aquí!- dice Stephen.
- Más vale prevenir que curar
- Sí pero…
- Pero nada, debemos irnos.
- Creo que Melisa tiene razón- comenta Dani.
- Está bien… pero no tengo ganas de morir…
-Tranquilos, hemos de morir de todos modos.
- Sí, pero no esperaba que de ese modo exactamente…- comenta Julen.
- ¡Ah! y… ¿estás bien en cuanto al disparo?- le pregunto.
- Sí, ya está casi curado.
-Bien, en ese caso, ¿podemos ir a 1942 de una vez?
- Creo que sí- dice Dani tras un profundo suspiro.
Tras aquello, nos vamos hacia la 121 (ya que allí está nuestro salvamento: la puerta del tiempo). Al llegar, nos miramos los unos a los otros. Tras un suspiro (que teóricamente para muchos de nosotros es el último), nadie abre la puerta hasta haber pasado unos minutos. 
- Me parece que Hitler no está en casa - comenta Dani medio de broma
- Chicos, ¿no lo entendéis?
- ¿El qué no entendemos? - dice Julen, con una cara de “¡y qué dirás ahora!”
- Pues que Hitler tiene varias vidas. Puede que ahora esté en una de ellas a la que nosotros no tenemos acceso.
- ¿Qué quieres decir con eso?- pregunta Dani aterrorizado, pero a la vez bastante contento por que tardará un poco más en morir.
- Que yo sólo tengo la llave-digo abriendo la puerta de la entrada - de acceso a 1942
- Y… ¿cuál es el problema?
- Pues que - digo entrando en el estudio - por desgracia quizás la guerra ya haya terminado.
- ¡Genial! Entonces… ¿ya podemos irnos y olvidar este tema? - dice Dani encantado.
- ¡¡Por supuesto que no!! Chicos, sé que es difícil, pero si no lo hacemos, el mundo estará perdido.
- ¡¡¡¿Y tu solución es matarnos a todos?!!! - grita Dani.
- ¡¡¡Por supuesto que no!!!
  Tras aquello empezamos a pelearnos.
- ¡¡Chicos… parad!!- dicen todos mientras intentan separarnos.
- ¡Dani! ¡te dije que no los acercaras por aquí!
Suena una voz desde el fondo del estudio
Dani y yo dejamos de pelearnos, y él pone una cara de asombro (teóricamente fingido)…
- Qui… qui… ¿quién es usted?
- No me digas - empieza a decir mientras se dirige hacia Dani - que te has olvidado de mí…
-Pues… - dice Dani, pero ya se le nota bastante en la cara que está fingiendo.
- Asqueroso… - dice el misterioso hombre dirigiéndose a Dani.
- ¿Qué narices está pasando?
- ¿A caso no os lo ha contado?- pregunta el misterioso hombre con pinta un tanto asesina.
- ¿El que no nos ha contado Dani?
- Buen trabajo chico, pero ya no tienes que fingir más
- ¿Dani, quién es ése hombre?- le pregunto a Dani.
- No le conozco en absoluto.
- Vamos, cuéntaselo ya de una maldita vez.
- ¿Y porque no nos lo cuenta usted?- me apresuro a decir.
- Porque debería hacerlo él que es el que os ha traicionado…
- Chicos, estamos perdiendo el tiempo…
- ¿Qué narices está pasando?
- Bueno dejemos eso para el final… y ahora veamos… ¿que estabais haciendo vosotros cinco aquí?
Todos nos miramos los unos a los otros sin saber que decir.
- Pues…-digo sin saber siquiera cuál será mi respuesta
- Si no es mucho pedir, me gustaría obtener una respuesta.
- Me parece que es usted un poquito maleducado, ¿no le parece?- me apresuro a decir intentando no aparentar que en realidad, por dentro, me estoy muriendo de miedo.
- ¡Melisa! - me susurra Julen al oído - dame la llave, quizás yo pueda abrir la puerta.
- ¿Me está usted escuchando señorita?
- De acuerdo - le susurro a Julen
- ¿¡Señorita!?
- ¿Eh? Sí…
- Cuándo te de la señal, indica todo lo rápidamente que puedas, a los demás, que se dirijan hacia la puerta- me susurra Julen al oído.
Y a continuación se coloca en su sitio para realizar la operación.
- En fin, parece que en casa no te han enseñado modales.
- Mi madre dice que a veces tener mala leche sirve para algo - digo tranquilamente alegrándome de mi comentario.
- Desde luego para triunfar en la vida, no.
- Pero a mi su opinión  me importa un pito.
- ¡¡¡AHORA!!! - grita Julen.
- ¡¡¡Corred hacia la puerta!!! - grito comunicándoles a mis amigos que se dirijan hacia la puerta tal y como me ha dicho Julen.
Todos corren hacia la puerta. Por suerte, el hombre no consigue llegar hasta el otro extremo de ella.
- ¿De que conocías tu a ese hombre, Dani?- le pregunto con cara sospechosa.
- No tengo ni idea.
- Y entonces, ¿Cómo es que se sabía tu nombre?
- Pues…
- ¿Nos has estado engañando durante todo este tiempo?- Pregunto sorprendida.
- Os he dicho que no he visto a ese hombre en mi vida
-¡Sí, pero lo que tu digas no nos vale! ése hombre te conocía perfectamente.
De repente, Dani empieza a transformarse en otro hombre totalmente distinto.
- ¡¡¡Y mi plan me hubiera salido bien de no haberos entrometido tú y tus asquerosos amiguitos!!!
- Ni se te ocurra hablar así de mis amigos.
- No sé a ti, pero a mí desde bien pequeñito me han enseñado que no hay que decir mentiras.
-Y  yo cumplo esa norma.
- ¿Ah si?
- ¿Quieres que te lo demuestre?
- Sinceramente, no te lo negaré.
- Eres un asqueroso puerco que se ha estado aprovechando de nosotros durante nuestra corta vida.
- ¿Y a mí que me importa?
Justo cuando el hombre acaba de decir la última palabra, llegamos a 1942...
-¡¡¡CORRED!!! - exclamo
Todos salimos disparados de la puerta en la misma dirección, pero ninguno sabe hacia dónde. Llegamos al campo de concentración de Bergen-Belsen, y entonces Dani ya nos ha perdido de vista. Y no os lo vais a creer pero ¡¡¡me veo a mi misma enfrentándome con Hitler!!! sí, sí, cuándo me pegó la patada en la cabeza
- Demasiado tarde - digo por una parte triste y por la otra contenta, porque con algo de suerte, cuando yo muera, ya llevaré dientes postizos
- ¿Qué pasa? - pregunta Jenny
- Que ya no podemos ir mas atrás en el tiempo y…
- Pero…  ya hemos llegado a 1942...
- Pero allí estamos nosotros…
- ¿Y que?
- Que las consecuencias podrían ser desastrosas…
- ¿Por ejemplo?…
-¡Podríamos volvernos todos medio chiflados! Y además ¡no podemos decirnos información sobre el futuro a nosotros mismos!
- Y… ¿ahora que hacemos?
- No tengo ni la menor idea…
- No podemos cruzarnos con nosotros mismos… - piensa Stephen en voz alta - pero sí con Hitler…
- ¿A que te refieres? - pregunta Jenny
- A que si tenemos un poquito de cuidado, podemos hacer que Hitler sea malo, sin que nos mate, y sin cruzarnos con nosotros mismos
- Eso es muy fácil de decir, pero sin ninguna duda, muy difícil de hacer: Hitler pasa casi cada minuto con nosotros - Comento creyendo que ya no queda ninguna salvación y que Obama terminará renunciando a su puesto
- Entonces genial - dice Stephen encantado de la vida.
- Me refiero a los nosotros que están en ese barracón buscando una solución a como salir del campo de concentración.
- ¿Eso significa que no hay solución? - pregunta Stephen aterrorizado.
- No tengo ni la mas remota idea - empiezo a decir - pero yo me daría prisa
- ¿Porque? - Pregunta Jenny.
- ¡Porque por ahí viene Dani!
 Todos gritamos mirando hacia donde está el supuesto Dani, y nos vamos corriendo hacia el lado contrario.
- ¡¡¡No conseguiréis huir de mí!!! - chilla dirigiéndose todo lo rápido que puede hacia nosotros.
 Llegamos al pueblo, dónde encontramos una casa bastante extraña, la cual parece salir de una película sobre una casa encantada.
- Vamos - digo sin temor.
- ¿Qué? Melisa, ¿!Te acabas de volver medio majareta¡? - dice Julen.
- Hombre, si preferís seguir corriendo y que Dani nos…
- Está bien - dice Julen
- Sí, yo… también entraré - afirma Jenny.
- Y yo - dice Stephen
  Y no sólo lo parece por fuera, por dentro también es una espécie de casa encantada.
- ¿Creéis que por aquí podría haber algo realmente interesante? - pregunto
- Voy  decir que sí, pero es una corazonada - dice Julen
De repente, una voz suena desde el 2º piso de la casa:
- ¡¡¡Marchaos de aquí!!!- murmura la voz.
- ¿Qué ha sido eso? - pregunta Stephen aterrorizado.
- Ni lo sé, ni me importa - digo subiendo las escaleras sin temor, para averiguar quién se esconde detrás de esas paredes y puertas.
- ¡Melisa!, ¡¿te has vuelto majareta?!
- Me parece que no - digo intentando calmarlo de una manera mas chistosa que digamos.
- Melisa, me parece que no deberíamos subir - dice Stephen tan aterrorizado como Julen, aunque no lo aparenta.
- ¿Ah no? ¿Y si ahí estuviera la clave de todo?, ¿y si allí arriba hubiera algo que nos ayudara realmente?
- Me parece que tiene razón, chicos - dice Jenny.
- Está bien, pero si no salgo de esta con vida, la culpa es tuya.
- A mí no me des la culpa.
- Entonces… ¿a quién quieres que se la dé?
- A nadie, sinceramente
Justo en ese instante, llegamos arriba: allí parece todo salido de una “peli” de terror.
- Chicos, me parece que yo me voy de aquí… - dice Stephen aterrorizado.
- ¿Por qué? - pregunto por una parte con curiosidad, pero por la otra la mar de tranquila.
- ¡¡¡Porque allí está Hitler!!!
 Y no está solo, le acompaña Dani.
- Que curioso -empieza a decir Hitler - que cada vez que yo sigo mi propia rutina diaria, resulta que un grupo de asquerosos renacuajos, andan por ahí persiguiéndome y…
-¡¡¡Mis amigos no son renacuajos!!! ¡¡¡Ni tampoco asquerosos!!!
- Y su líder: la mas gilipollas de todos: Melisa - sigue Hitler aparentemente tranquilo.
- Asqueroso de mierda… - digo.
 Tras decir aquellas palabras, me dirijo a Hitler a modo de violencia e intento pegarle. Dani me coge por los brazos y me levanta hacia arriba. Es curioso: Dani nunca jamás ha tenido semejante fuerza; y eso que entonces tiene cuerpo de niño. Los dos nos miramos a los ojos con una cara de muy pocos amigos:
- Nos has fallado - le susurro.
- Digamos que… sé mentir; no como otros.
- Sí, pero a ese paso, no tendrás amigos  en tu asquerosa y desgraciada vida
- De momento tengo a Hitler.
- Pero ese es un…
- Tranquila Melisa, te daremos una compensación por haber intentado pegarme:-empieza a decir el asqueroso y repugnante de Hitler - ¡te invitaremos a pasar el resto de tu desgraciada vida en… el campo de concentración de Bergen-Belsen!
- Mierda - susurra Julen sabiendo que allí es dónde están nuestros pasados “nosotros”.
 Hitler se dirige hacia mis amigos y dice con cara maliciosa:
- Y tranquilos, también hay para vosotros: os enviaremos con vuestra sucia y asquerosa amiguita Melisa.
  Sí, es tan malo como piensas e imaginas: nos vamos a encontrar con nosotros mismos, cosa, que puede producirnos un fuerte impacto (probablemente mortal).
  En apenas unas horas, estamos delante de ese espantoso y repugnante lugar. Nos hacen poner un asqueroso pijama a rayas (cuyo pijama no tiene mucha pinta de que lo hayan lavado nunca. Y ya nos tuvimos que poner esa asquerosa mierda la última vez, pero esta vez huele aún peor: aquello es una mezcla pedo, basura, orín, etc. Y parece que el último que lo ha llevado puesto, no se ha duchado desde hace ya seis meses).
- De acuerdo chicos, tenemos que hacer todo lo posible, para que los verdaderos nosotros, no nos vean - digo al reunirme (¡al fin!) con mis amigos.
- Bien, y… ¿tienes algún plan que no esté mas que visto? - pregunta Jenny
- ¿Cómo por ejemplo?
- Pues… hummm… déjame pensar… ¿Cómo salir de aquí sin que Hitler nos mate y sin que nosotros mismos nos descubramos?
- Eso también está más que visto - digo con tono de superioridad.
 Ya estamos oficialmente perdidos: en un campo de concentración, no se puede hacer mucho para no encontrarte con cierta gente.
- Pero… ¿cómo narices lo haremos?- Pregunta Stephen
- ¿El qué?
- Pues escondernos de nosotros mismos.
- No tengo ni la menor idea.
 En ese momento, nos están seleccionando para ver quién está en condiciones de trabajar, y quién no lo está.
- ¡¡¡Tú!!! - me grita un nazi (sí, sí, uno de esos jilipollas asesinos).
  Enseguida me giro para ver lo que quiere ese asqueroso estúpido:
- ¡¡¡George!!! - le grita a otro nazi. Éste se gira hacia el otro para ver lo que quiere.
- ¡Éstos cinco jilipollas están en condiciones de trabajar ¿no?!
- ¡Sí! Y  si no, ¡a la mierda! !que mueran¡ para eso trabajamos aquí ¿no?- Ambos ríen asintiendo al mismo tiempo.
-¡Eh! ¡los cinco! ¡dirigiros hacia allí!
 Y creedme: dónde señala, es aún peor: señala dónde están los antiguos “nosotros”. Todos nos quedamos parados.
-¡¡¡Vamos!!! - grita mientras le da una patada a Stephen en la espalda: se la da mas fuerte de lo que debería haberlo hecho: Stephen se cae al suelo del dolor.
- Ni se te ocurra volverle a tocar en tu asquerosa y repugnante vida - le digo con tono amenazante.
- Y si no, ¿Qué me vas a hacer? ¿eh? - dice con tono de superioridad - asquerosa y repugnante rata callejera…
 Me lanzo hacia él y empiezo a darle ostias en los huevos… Julen intenta pararme, pero yo, sigo pegándole. El asqueroso nazi me estampa contra el suelo y me empieza a dar patadas por todo el cuerpo. Mis amigos se quedan sin saber que hacer: dos de ellos, están tapándose la boca con la mano, y el otro, está con los puños cerrados de la rabia a punto de llorar. El asqueroso jilipollas, me da una patada en la cintura y me manda al menos dos metros y medio de distancia.
- Asqueroso jilipollas hijo de pu… - no me deja terminar la frase porque me da una patada en la boca; tan fuerte, que me da la impresión de que me ha dejado sin un solo diente.
- En una hora te quiero ver delante de ésa cámara de gas - me dice en tono de superioridad.
Mientras se aleja, pronuncia la siguiente frase:
-Así aprenderás a tratar mejor a los mayores…
“Y tú a los menores…” pienso mirándole con cara de odio. Mis amigos se quedan “pasmaos” yo, como si no hubiera pasado nada, digo ayudando a Stephen a levantarse del suelo (aunque a mí ya me cuesta):
- ¿Estás bien?
 Antes de que Stephen me pueda responder, Jenny me espeta:
- No tengo ni la menor idea, pero peor lo estarás tú en una hora.
- Ya, pero podemos escapar. Igual que la última vez digo yo.
- Pero… ¿la cuestión no era que Hitler nos matara a todos?- pregunta Julen confundido.
- Es verdad… - digo mientras pienso en uno de esos planes que suelen surgir a última hora- ¡ya está! ¡lo tengo!
- ¿Que? - preguntan todos a coro.
- Pero… no creo que os guste…
- No importa, sea el plan que sea no nos gustará… - dice Jenny atenta al plan que voy a decir a continuación.
- Bien… pues… en ese caso… allá va: tenéis que insultar a un nazi, o pegarle una ostia para que os mate, y…
- ¿Tú estás loca o es que acabas de montar una peluquería para calvos? - me espeta Julen en toda la cara.
- Escucha, o eso, o se acabará la extinción humana por vuestra culpa.
- Y… ¿porque no haces eso tú, en vez que nosotros? - me pregunta Jenny.
- Porque yo ya tengo cita para morir, vosotros sois los que no la tenéis.
- Está bien… - dice Julen bastante nervioso- ¡¡¡eh!!! ¡¡¡tú!!! - uno de los nazis, para de pegarle a una mujer y se gira hacia Julen - ¡¡¡Sólo quería que supieras, que eres un completo jilipollas, y un estúpido y asqueroso hijo de puta!!!
 De repente, aparecen dos hombres (supuestamente nazis, ya que llevan el mismo uniforme) y se llevan a Julen a una cámara de gas…
- ¡Eh! ¡Vosotros! - uno de los nazis que se llevan a Julen se dirige hacia nosotros - ¿sois amigos de éste jilipollas?
- Sí… - digo fijando mi cara en el suelo.
- Seguidnos - dice.
 El hombre nos conduce hacia un grupo de judíos que están siendo dirjidos por un grupo de nazis. Al fin, llegamos frente una especie de caseta aislada del campo (una cámara de gas). Nos hacen entrar. Allí, hay muchos bancos, con colgadores de madera. Yo y mis amigos, nos sentamos juntos en uno de los bancos.
 De repente, se oye una voz que dice:
- ¡Ropas fuera!
Todos nos quedamos muertos de miedo. Un hombre, que ya está medio desnudo, dice:
-Tranquilos, ¡sólo es una ducha!
 Desde ése entonces, todo el mundo lo capta, y empieza a desnudarse, todos, excepto nosotros cuatro, ya que sabemos que aquello es una cámara de gas, y que en breves instantes, estaremos muertos. Al cabo de unos segundos, me levanto y les digo a mis amigos:
- Chicos, ha sido un placer conoceros - tras ésas palabras, empiezo a desnudarme.
-!Oye¡ ¿es que eres tonta o es que crees que te acaba de entrar un cliente en tu peluquería para calvos? - me espeta Julen en la cara.
- Esto forma parte del plan - le digo con suma tranquilidad.
- Tiene razón - dice Jenny.
Todos se levantan al mismo tiempo y empiezan a desnudarse. Al mismo tiempo, empiezan a llorar.
- Chicos, no podemos llorar.
-¿Es que encima de que estamos a punto de morir, quieres que no lloremos? - me dice Jenny alzando la voz.
- Chicos, esto, sólo lo dicen por la radio alemana, es una radio prohibida para los judíos, así que si se enteran de que lo sabemos, pensarán que sólo puede ser por ésa razón: la hemos oído; así que antes de matarnos, nos harán sufrir mogollón, dándonos una buena paliza.
- Es verdad - dice Stephen. Él, ya ha terminado de desnudarse, y descubrimos que tiene toda la espalda ensangrentada.
- Madre mía - dice Jenny.
 De repente, unos nazis nos hacen entrar por una puerta con una especie de timón situado en el centro. La puerta, es de puro metal, y se nota bastante, que está gastada. Todos nos quedamos mirando fijamente a la puerta; hasta que yo digo a la vez que avanzo:
- Bien, pues… supongo que esto es el fin… - tras pronunciar ésas palabras, todos me siguen. Somos los últimos en entrar. Estamos todos apretujados.        Desde mi sitio, puedo contemplar, que arriba, hay un agujero. Tiene una tapa. Al cabo de unos minutos, se cierra.
 Empiezan a caer unas gotas negras. Por suerte, ni a mis amigos ni a mí nos rozan (aún). Esas gotas, llegan a los que están en el medio. Ya han pasado unos minutos. ¡¡¡El gas me empieza a rozar el hombro!!! ¡¡¡Joder!!! ¡¡¡Me da la sensación de me estoy derritiendo!!! ¡¡¡Dios, cómo quema!!! ¡¡¡Le está llegando a Julen!!! ¡¡¡y a Jenny!!! ¡¡¡Y a Stephen!!!
 Ya tengo prácticamente todo el cuerpo lleno de gas… No siento nada. Debe de ser que ya estoy muerta.
Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase:
Comentar este post